En octubre de 2019, Bolivia apareció en los diarios de todo el mundo. Después de cuestionada la legitimidad de su tercera reelección, el entonces presidente Evo Morales fue removido en un movimiento que los libros de historia me habían enseñado sobre lo que es un golpe de Estado. Ejército en la calle, truculencia, represión. Aún así, leí editoriales de vehículos internacionales que decían lo contrario. Y en menos de dos semanas, el tema ya era cosa del pasado.

No estaba contenta. Sentí que todavía había mucho que decir y nada se decía sobre ese momento de Bolivia. Supe de inmediato que estas historias tenían que estar aquí de alguna manera.
Fui en febrero. Encontré un escenario mucho más complejo de lo que imaginaba. Un país cuya política – como todo el resto de América Latina – estuvo marcada por golpes de Estado, renuncias, asesinatos y violencia desde siempre. Encontré un pueblo que ocupaba las calles y protestaba todos los días, pero que se sentía intimidado y tenía miedo a hablar cuando me acercaba. Todas las conversaciones tenían un aire de secreto, como “hablando de lado y mirando al suelo”, o en lugares “seguros” donde la guardia nacional no podía oírnos.

He escuchado muchas opiniones. Sentí mucha incertidumbre de las personas. Volví con más preguntas que respuestas, como siempre. Pero comparto con ustedes en esta nueva serie de las voces que escuché entre La Paz y Cochabamba. Porque merecen ser escuchadas. Y por que son importantes para cuestionar la dirección de la democracia en América Latina.